Resultados

Cuando nos proponemos una meta, es porque tenemos las razones necesarias para comprometernos a realizarlo, hasta lograrlo. Pero, ¿Qué es lo que te motiva a seguir? Y ¿Vale la pena esforzarse para conseguirlo?

Al momento de fijarnos metas, nos reflejamos logrando aquel propósito, empiezas a imaginar los pasos a seguir para conseguirlo. Te ves en un futuro como una mejor persona, que es más eficiente y responsable, pero por alguna razón al momento de llevarlo a cabo, esa energía que tenías hace días desaparece.

Es muy frecuente que, al final del año, te propongas “propósitos” para empezar el año de una buena manera, que cómo tal, está bien. Te enfocas en ser mejor, además que, si estás decidido en cambiar es porque eres consciente que el cambio será lo mejor para ti.

Según un estudio de la Universidad de Scranton, en Pennsylvania y el instituto de Statistic Brain, solamente el 8% de las personas que se fijan metas, logran cumplirlas. Es decir, que solo una de trece personas, consigue lograr su meta.

Este mismo estudio indica que los principales propósitos como empezar una dieta, mejorar la apariencia física, aprender un nuevo idioma, ahorrar dinero o simplemente mejorar la relación con nuestros familiares, amigos, pareja; son los que menos logran cumplirse.

Es curioso como los propósitos con mayor anhelo son los menos que se cumplen, uno pensaría que por estadística sería más propenso a que se cumplan, pero no es así. 

Considero que dos factores primordiales para cumplir con tu meta son las siguientes:

Motivación

Al momento de establecer una meta, es importante recordar los motivos que te dieron la energía para comprometerte a hacerlo. Puede ser desde familiares, amigos o pareja, quienes te motivaron. 

Hay que recordar que la motivación no solo es al inicio de proponerte una meta, sino durante el proceso en que lo consigues. Motivarte lo suficiente para no rendirte, llegar al punto en que empiezas a ver los frutos de tus esfuerzos. Son lo que te mantienen de pie para seguir adelante.

Creencias

Cuando te propones una meta, sabes que es necesario cambiar tus hábitos. Eres consciente que las personas cercanas a ti empezarán a juzgarte, empiezan a criticar si eres lo suficientemente bueno para lograr lo que te propones.

A lo cual, tú mismo le das vuelta al asunto, empiezas a dudar de tus capacidades, si realmente vas a fracasar o ganar. Es por eso, que la creencia en ti y la voluntad serán tus razones de seguir.

Se necesita de una voluntad fuerte, para empezar con el cambio y enfocarse en la meta. De no rendirse hasta conseguirlo, ignorar los comentarios negativos y tomar fuerzas para seguir, seguir y no parar.

Una vez que se decide romper las barreras y empezar con los propósitos, los pequeños resultados son lo que nos animan. Ver que tus acciones están dando fruto, te cambian tu perspectiva, ves que es posible lo que te propongas.

Cómo empezar a ir al gimnasio, y notar que está bajando de peso. Estudiar tanto tiempo para ver que tus calificaciones están subiendo o practicar aquel deporte que tanto anhelabas aprender, y después de estar practicando llegas al punto que lo dominas, y te das cuenta que fue más sencillo de lo que creías.

Los resultados pueden tardar en reflejarse, esto va dependiendo de la meta a cumplir. Sin embargo, lo más importante es mantener la motivación con la que empezaste y creer en ti, que eres capaz de eso y mucho más.

Después de cumplir la meta, por conducta humana te propones otra. Esta puede ser más simple o complicada, pero tiende a tener objetivos o propósitos a seguir. También, se tiene que reflexionar acerca de lo aprendido y valorar cuando se logran las metas o se pierde.

“Lo que el hombre necesita no es vivir sin tensión, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena” 

Viktor Frankl

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